En cuanto al problema de los castellano-hablantes en Cataluña, lo que están haciendo me parece una barbaridad. Durante el tiempo que vivi fuera de Andalucía, nadie me obligó a hablar canario,catalan o castellano; desde la atención médica hasta el examen del carnet de conducir, todo te ofrecían hacerlo en español. Es otra actitud, desde luego. La de los catalanes en cambio es totalitaria y comprendo bien que los castellano-hablantes se sientan allí acosados, y simpatizo con ellos. Mal remedio tiene, cuando se parte de la premisa de que la independencia política necesita el cimiento de la exaltación nacionalista. En mi opinión, Cataluña podría ser independiente y bilingüe, por ejemplo, pero al parecer la independencia, para los catalanes, es un asunto religioso, no político.
¿Se puede plantear la independencia de Cataluña en términos políticos y racionales, sin necesidad de fundamentos místicos, patrióticos y atávicos? Ojalá. Me gustaría ver un independentismo catalán que defendiera también el castellano como lengua propia. Por poner un ejemplo: a los irlandeses jamás se les ocurriría que su independencia necesite renunciar a James Joyce, no son tan mentecatos, como no lo son para pensar que es menos irlandés que, pongamos, Micheal Mac Liammoir, que al parecer escribió unas trescientas obras teatrales en gaélico. Aquí sí lo somos, al parecer, tontos tan de capirote como para excluir de la literatura catalana a Juan Marsé. Hace un tiempo oí en Valencia a algunos conocidos justificar la escasa presencia del PCE en el centenario de Miguel Hernández aduciendo que “no usaba la lengua del territorio”. Ante tamaña sandez, sólo cabe un incrédulo y sobrecogido silencio.
¿Por qué el catalanismo del que disponemos es tan eclesial, cazurro y hasta imperial, con la lengua como compañera? Es una buena pregunta y creo que algo que ver tendrá el hecho de que el catalanismo que hay es una creación de la derecha empresarial, con sujetos como Jordi Pujol a la cabeza.
Resumiendo de nuevo: creo que la independencia de Cataluña la deben decidir los catalanes, pero lamento que sólo cuenten para ello con este catalanismo místico, metafísico y trapacero, paleto y grandilocuente.
Claro que, por otra parte, hay que reconocer que muchas ganas tendrán los catalanes de la independencia, si se resignan a llegar a ella incluso a lomos de burros tan averiados como CiU y ERC.
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